domingo, 22 de junio de 2025

Hispania 1

Una pregunta que podríamos hacernos al leer este blog, que trata sobre la historia de España, sería: ¿durante todos estos acontecimientos, qué estaba pasando en Hispania? La idea al crear este blog es partir de la Hispania visigoda y, por añadidura, contar el origen de estos antes de llegar a la península ibérica. Apenas se ha mencionado a algún hispano, pero dentro del Imperio Romano irían pasando por una historia propia de la que llegaron a salir 4 emperadores e incluso se llegó a crear una herejía. Los soldados hispanos lucharon como hormiguitas anónimas en los ejércitos contra los bárbaros o contra otros romanos, y a lo largo de los siglos se iría formando una unidad como provincia que los diferenciaría de otras, con sus variantes de latín que formarían los protorromances, y el cristianismo, con el tiempo, se iría implantando. El niceno eliminaría al resto de herejías y, por cercanía, se sometería al Papa de Roma. Aunque iría formando una unidad, como hispanos se reconocerían entre ellos y se diferenciarían de otros romanos, pero no hay que ver nada semejante a una nación, que no deja de ser un invento moderno. Si algo se sentían eran romanos, tanto o más que los mismos habitantes de Roma, y el hispanorromano no tenía unas características étnicas que lo diferenciaran del resto. Solo por cercanía, habría más africanos en el sur o galos en el norte, y fácilmente los mismos hispanos viajarían a otras partes del imperio para establecerse, olvidándose de dónde nacieron. A fin de cuentas, Roma era toda la civilización, y aunque siempre sería hispano, es más un modo de expresarse o unas costumbres que puedes amoldar que una cuestión de sentimiento o de patria.

Partiré del año 19 a. C., cuando César Octavio terminó las guerras cántabras, pacificando por completo la región y añadiéndola al Imperio que acababa de crear. Fue entonces cuando podemos decir que existió la Hispania romana, donde Roma controlaba por completo la provincia y podía terminar de romanizar a su población sin una oposición o revueltas, al menos no de gran envergadura. Con la Pax Romana se abriría una nueva etapa. Ya desde Julio César, muchas familias patricias fueron a administrar el territorio y también para que los habitantes nativos absorbieran la ordenación jurídica de Roma, eligiendo a los decuriones, quienes a su vez elegirían a los magistrados que dirigirían las ciudades. También se realizaba un censo cada cinco años, algo imprescindible para poder recaudar eficientemente los impuestos.

Octavio fue cambiando el Imperio desde el punto de vista social, integrando a las clases medias de comerciantes y pequeños terratenientes, quienes a su vez le serían leales, y concedería la ciudadanía romana en ciudades que no estaban en la península itálica, creando un gran sentimiento de unidad en el Imperio. Estas medidas se adoptaron en gran cantidad en Hispania, facilitando el auge del comercio y la industria, bien administradas por ciudadanos nativos que ahora eran romanos.

Octavio dividió Hispania en tres provincias: la Bética, que al ser la más pacificada estaba bajo control senatorial; y Lusitania y Tarraconense, que al estar recién apaciguadas, tenían que mantener bastantes soldados en el territorio, por lo que permanecerían bajo el control directo del emperador. Estas provincias estarían divididas en conventos jurídicos que se dirigirían desde las ciudades más grandes como capitales.

Poco cambiarían las provincias en los siglos siguientes, al margen de que Tiberio le quitó su gobierno al Senado de la Bética para que pasara a cargo del emperador. Esto fue un cambio importante para las familias más poderosas aliadas del Senado, que vieron mermado su poder e incluso, en muchos casos, confiscó los bienes de estas familias acusadas de alta traición contra el emperador y para recaudar dinero, lo que le hizo ganar aún más fama de tirano a Tiberio. Aquí tenemos el caso de uno de los hombres más ricos de Hispania, Sexto Mario, que hizo su gran fortuna explotando las minas de oro y plata de Sierra Morena. Fue acusado de incesto perpetrado con su propia hija y fue ajusticiado siendo despeñado desde la Roca Tarpeya, confiscando sus minas y riqueza para el Imperio.

Del año 14 al 37, estuvo Tiberio como emperador de Roma. Como sucesor de Octavio, tenía un listón imposible de alcanzar. Si bien era un buen general y tuvo una carrera política modélica, nunca contó con la aprobación de Octavio; siempre fue un plan B. Personaje con poca carisma y pensamientos anticuados, nunca destacó. Era buen general, pero no brillaba, razón que se apreciaba al tener que asistir en el campo de batalla a su hermano menor Druso. Tuvo una mala relación con Octavio, quien le obligó a divorciarse de la mujer que amaba e impedir volver a verla para casarse con la hija de Octavio, que a su vez era su hijastra política. La idea era garantizar tenerlo como un candidato viable a sucederlo, pero guardándolo en la reserva, ya que tenía candidatos mejores a su disposición. Esto amargó mucho el carácter de Tiberio e hizo que tuviera un gran odio hacia Octavio.

Seguiría ascendiendo, pero se encontraba desencantado con cómo funcionaba ahora Roma y añoraba la antigua república, donde los cargos no se concedían a dedo, y decidió abandonar la vida pública y retirarse a vivir una vida sencilla en Rodas. Aunque al final tuvo que volver, ya que tras la muerte de Lucio y Cayo, quedó como heredero final, de rebote, del imperio. Eso sí, como condición para que quedara claro que no lo querían, lo obligaron a adoptar a Germánico, el hijo de su hermano Druso, con la intención de que la dinastía imperial siguiera siendo Julia en vez de la Claudia, que era la de Tiberio. Tiberio se volvería a sentir en la sombra de otro joven menos capacitado que él, pero con mucha carisma que atraía el cariño de los romanos.

Al final, en el 14 d.C., murió Octavio y fue nombrado emperador. Nadie lo quería de emperador, ni siquiera Tiberio quería ser emperador, pero le tocó gobernar. Al poco comprobó que quien de verdad dirigía el imperio era su madre y viuda de Octavio, Livia. Se rumoreaba que estaba detrás de los asesinatos de los herederos de Octavio para que su hijo fuera emperador, pero solo para mandar ella en la sombra, lo que incomodó mucho a Tiberio. Aunque administrativamente hacía un buen trabajo, la gente no lo quería, sobre todo al traer a Germánico el carismático a Roma y darle otro destino que, según creían, lo hacía por envidia. Cuando murió, toda Roma pensó que lo había mandado matar, lo que hizo que su impopularidad fuera enorme. Esto lo percibía Tiberio, que al temer por su seguridad, aumentó las fuerzas y poderes de la Guardia Pretoriana, lo que hizo percibir a la gente que la ficción de la democracia desaparecería y marcaría un tinte de dictadura militar. El líder de los pretorianos era Sejano, que se ganó a Tiberio tanto que tras la muerte de su hijo, decidió que quedara como regente hasta que proclamaran al siguiente emperador.

Tiberio se retiró a Capri, dejando Roma en las peores manos posibles, donde Sejano creó un reino del terror donde nadie se sentía seguro, sobre todo tras la muerte de Livia, quien aún tenía algo de poder contra Sejano, que ahora sería de facto emperador sin el título. Tiberio se acabó enterando del régimen del terror y la ambición que tenía y mandó arrestarlo y condenarlo a muerte bajo el clamor popular. Volvió Tiberio, que se enteró también que planearon la muerte de su hijo, lo que le creó una paranoia donde veía conspiraciones por todos los lados y sumió a Roma en un estado de terror, ordenando ejecuciones tanto a presuntos conspiradores como a gente inocente que fueran acusados de cualquier motivo contra Tiberio. Dejó de gobernar y se centró en la purga que duraría 6 años, en los que su vida estuvo rodeada de todo tipo de depravación que ocurrían en la isla de Capri, aunque quizás esto fue solo una creación de sus enemigos para darle mala fama en sus últimos años hasta que murió en el 37, o tal vez asesinado con una almohada, y le sucedió Calígula, otro infame emperador que superaría al anterior.


Este párrafo, que podría no encajar mucho en esta historia, lo he añadido para comentar sobre Tiberio, un emperador llegado por carambola del que se tiene una fama terrible y que me parece más una víctima trágica. Él nunca tuvo libertad sobre sí mismo y se vio arrastrado por un camino que no quería transitar. Este es el problema que tenía la sucesión en el Imperio. La dinastía Julio-Claudia traería, a la vez, a los mejores y los peores emperadores, tanto por incapaces como por tiranos. Por medio tenemos a Claudio, otro infeliz que, a pesar de ser muy capaz, tuvo una vida trágica. Terminarían con Nerón y la entrada de otra dinastía, los Flavios. La sucesión de estas dinastías dio un carácter de estabilidad a un Imperio que engrasó tan bien Octavio que podría funcionar perfectamente aunque el emperador fuese un inútil o un tirano y careciese del cariño de su pueblo. Esta estabilidad trajo prosperidad a las provincias, creando una nueva clase media nativa que podría prosperar y llegar a conseguir altos cargos que solo unas décadas antes solo estaban al alcance de las altas clases de Roma. También aumentó la facilidad de conseguir la ciudadanía romana, ciudadanía que se heredaba y que, a la larga, consiguió que aumentara el sentimiento romano y de pertenencia a un Imperio. En Hispania solo se mantendría una única legión, signo de lo integrados que se sentían sus habitantes y lo poco que les interesaba rebelarse. Quería puntualizar que mucha de la mala fama de Tiberio debió de ser propaganda de sus enemigos, aunque seguro que parte de su régimen del terror fue cierto. Pero esto era algo que ocurría en Roma; la visión de las provincias era distinta, donde tenían una imagen de buen emperador y capaz de administrarlas bien, creando prosperidad, manteniendo la paz, teniendo unas cuentas saneadas y guardando de él un buen recuerdo.

Como hispanos destacables de la época, podemos mencionar a Lucio Anneo Séneca, nacido en una familia aristocrática de Corduba en el 4 a.C. Muchos de sus miembros habían destacado en diversos campos de la política. Estudió en Roma con Atalo, quien le enseñó retórica y lo introdujo en el estoicismo, y en Alejandría, donde aprendería ciencias naturales, geografía, etnografía y, a través de Soclon, el misticismo pitagórico. Llegó a involucrarse en el culto de Isis y Serapis, aunque volvería al estoicismo hasta el final de sus días.

Tuvo una gran carrera política; de hecho, era considerado el mejor orador del senado. Sin embargo, con la llegada de Calígula al poder, sus enemigos lograron que lo condenaran a muerte, aunque se salvó. Luego, con la llegada de Claudio, también volvió a caer en desgracia y fue mandado al exilio en el año 39 a la isla de Córcega. En los ocho años que estuvo allí, escribió algunas de sus obras más notables.

En el año 49, volvió a Roma y lo nombraron pretor y tutor de Nerón. En el año 54, murió Claudio y subió al trono imperial Nerón, con lo que Séneca obtuvo una gran posición e influencia en el joven emperador y consiguió que, durante ocho años, Nerón tuviera un buen gobierno. A partir del aumento de la influencia de Publio Suilio Rufo en Nerón, Séneca fue cayendo en desgracia, ya que veía cómo Nerón se iba convirtiendo en un emperador despótico y cruel, y le fue criticando y enemistándose con él. Viendo lo que se le venía encima, decidió retirarse de la corte y dedicarse a viajar y a escribir sus mejores cartas y tratados filosóficos. Aun así, ni estando lejos se salvó de la intriga y, por una conjura en la que lo acusaron de ser partícipe, lo condenaron a muerte. Decidió tomárselo como un buen estoico y planeó suicidarse.

Sin duda, la historia de Sénecaes un claro ejemplo de lo integrados que estaban los hispanos en el imperio y de cuán lejos podían llegar aun siendo un provinciano. Tenían las mismas oportunidades que un romano más, que con formación y talento podría estar al lado de varios emperadores e influir o enfrentarse con ellos y convertirse en un referente cultural para todo el imperio.


Otro hispano renombrado es el poeta Marco Anneo Lucano, sobrino de Séneca, nacido en Corduba en el 39 en una gran familia llena de cargos metidos en política y la cultura. Poco tiempo vivió en Hispania y con 8 meses su padre se lo llevó a Roma, donde pronto destacó en la oratoria y retórica. Con 16 años ya había escrito grandes obras. Seguiría formándose en Grecia, cuna de la cultura, hasta que fue reclamado por Nerón para estar en la “corte de los amigos” y fue nombrado augur y cuestor. Escribió su gran obra, la Farsalia, que le hizo ganar gran fama y las envidias de Nerón y su círculo de amigos. Lo llegó a acusar de participar en la conjura de Pisón, lo torturaron y lo obligaron a suicidarse. Un trágico final para uno de los poetas más influyentes del Imperio Romano, nacido en una casa hispana y que dejaría un gran legado literario para la posteridad.

Otro hispano con una obra muy importante, pero mucho menos conocido, sería Lucius JuniusModeratus Columela, o sencillamente Columela. Fue un gran escritor agrónomo y, al igual que los anteriores, nació en la Bética, pero en vez de en Corduba, en Gades, otra ciudad muy romanizada. Se cree que su nacimiento fue alrededor del 4 d.C. en una familia importante, y que su padre fue un decurión de Gades, por lo tanto, tuvo una excelente educación sobre retórica, filosofía y agronomía. Por influencia de su tío Marco, desarrolló un profundo interés por la agricultura. Siguió la carrera militar, llegando a tribuno en la Legio VI Ferrata en Siria.

Al acabar su carrera militar, volvió a Hispania para dedicarse a la agricultura en sus terrenos en Gades, donde puso en práctica todo lo aprendido y escribió sus grandes obras: "De re rustica" y "De arboribus". Estos grandes tratados de agronomía transmitieron los conocimientos de la época, lo que permitió que no se perdieran y que se pudiesen seguir usando siglos después de la caída del Imperio Romano. Su obra no es solo importante por las técnicas agrícolas, ya que también habla sobre la vida de los romanos y sus ritos precristianos. Fue recuperado por los árabes, quienes reutilizaron sus técnicas agrícolas con excelentes resultados, lo que finalmente lo trajo de nuevo a Occidente.


Siguiendo en la Bética, territorio de grandes hombres, esta vez en Tingentera, posiblemente en la actual Algeciras, nació a principios del siglo I Pomponio Mela, un famoso geógrafo y autor de "Chorographia", una obra cumbre de la geografía romana que plasmó el mundo conocido de la época y que sería utilizada y consultada durante muchos siglos.

Pasando por Calagurris Nassica Iulia, "Calahorra, ciudad de los cuervos, leal y romana", tenemos a Marco Fabio Quintiliano. Nació allí en el año 35, aunque se trasladó a Roma, donde su padre ejercía de réprobo abogado. Allí obtuvo una gran formación con profesores de la talla de Remio Palemón, Marco Servilio Noniano y Domicio Afro, quienes le enseñaron literatura y elocuencia. En el año 61 regresaría a Hispania junto a Galba cuando Nerón lo nombró gobernador de la Tarraconense y este, a su vez, nombró a Quintiliano rétor del Tribunal Superior. También sería profesor de elocuencia, que era su gran pasión, y sus capacidades en el uso de la lengua serían tan reconocidas que se convertiría en una referencia de cómo usar correctamente el latín. En Roma crearía después una academia de elocuencia de gran prestigio que contó con alumnos tan destacados como Plinio el Joven y el futuro emperador Adriano. Seguiría ganando prestigio con los años, incluso después de Galba, bajo los emperadores Vespasiano, Tito y Domiciano. Vespasiano llegó a otorgarle la primera cátedra oficial y pública de retórica. Su mayor obra es Institutio Oratoria, donde abarcaba todos los aspectos de la retórica.


Cerca de Bílbilis, actual Calatayud, nació en el año 40 Marco Valerio Marcial. Como todos los que querían mejorar su formación, se desplazaría a Roma sobre el año 64, quedando bajo la protección de Séneca. Sin embargo, al morir este un año después, cayó en desgracia y acabó malviviendo por las calles de Roma, teniendo una vida bohemia y dedicándose a la literatura para subsistir. En esos ambientes, entabló amistad con Plinio el Joven, Juvenal, Silio Itálico y el hispano Quintiliano. También entablaría mucha amistad con el también hispano Canio Rufo, un reconocido poeta cuya obra era apreciada por su elegancia, su profundidad y su capacidad para capturar las emociones humanas, quien le ayudaría mucho a darse a conocer y a quien le dedicaría varios epigramas. Tras la muerte de Nerón y, sobre todo, en los imperios de Tito y Domiciano, mejoró mucho su situación al ser favorecido por ellos, tanto en elogios como en cargos, lo que le permitió mejorar económicamente. Tras el ascenso de Nerva, cayó en desgracia y decidió volver a pasar sus últimos años en Bílbilis en el 98, donde pasó su tiempo componiendo sus últimas obras y administrando la tierra, trabajo que le encantaba. Murió en el 104, dejando un gran legado literario donde destacan los epigramas, unas composiciones poéticas breves con un tema satírico o festivo, lo que ahora llamaríamos "políticamente incorrectos", que llegaron a tener una gran popularidad en todo el imperio.

sábado, 7 de junio de 2025

Godos 3 los tervingios

CAPITULO ANTERIOR: Los godos 2: El encuentro con Roma


Encontrar el origen de los tervingios es tan complicado como entender qué significaba ser tervingio. Hay que aclarar que no los unía una etnia pura; de hecho, poco tenían en común con los pueblos pregodos que salieron de Escandinavia. Ya no tendrían una uniformidad étnica germana con los godos que se encontraron los romanos. Con el paso de los siglos, se habían mestizado con pueblos de alrededor e incluso con romanos que habían capturado como esclavos o que se asentaron cerca de ellos. Su cultura había cambiado también, influenciada por pueblos sármatas, y dejaron de ser agricultores sedentarios para adoptar el caballo que les daba mucha movilidad. También habían empezado a romanizarse tanto en la forma de luchar como en su manera de gobernarse. Se fueron estructurando alrededor de clanes cada vez más grandes e iban empezando a enriquecerse gracias a mejoras agrarias y al saqueo, adquiriendo bienes a través del comercio y prosperando al apoderarse de un territorio que les daría identidad diferenciada respecto a otros godos. ¿Entonces, qué fue lo que te hacía tervingio? Muy sencillo: era seguir al rey, un caudillo fuerte, dentro de una familia guerrera y adinerada con un gran prestigio y carisma que seguiría en busca de gloria y riquezas. Daba igual tu origen, ya seas de origen godo puro, sármata o romano; si seguías al rey hasta el final, eras tervingio. Y ¿quién fue su primer rey?


Se suele tomar a Ariarico, primer rey baltingo, como el fundador del reino tervingio, pero en las crónicas se suele mencionar a los tervingios anteriormente a él y se conoce a otros reyes anteriores que quizás fundaron el reino previamente, uniendo las tribus alrededor de otra dinastía que comenzaría por Geberico, donde su hijo Canabaudes destacaría al unir las tribus godas junto a otras vecinas en un poderoso ejército que sería completamente derrotado por el emperador Aureliano en el año 271. Seguramente también pertenecería a esta dinastía el rey Alica, quien en el 324 se aliaría con Licinio, que le disputaría a Constantino el Imperio Romano, batalla que perdería, y quizás ese fuese el motivo del cambio de dinastía. Esto son solo conjeturas, pero podría ser posible. Lo que se sabe seguro es que en el 328 Ariarico ya era rey de los tervingios y que en 331 tendría una dura batalla con el emperador Constantino en la que los godos serían completamente derrotados y obligados a firmar un foedus en el que aceptaban las condiciones impuestas por Roma de renunciar a los subsidios que recibían de Roma, respetar el limes con el resto de pueblos aliados de Roma, unirse al ejército cuando fueran llamados y entregar rehenes para asegurarse de que se cumplía el pacto. Entre estos estaba Aorico, su propio hijo y futuro rey. Roma a su vez reconocía a los tervingios como únicos interlocutores godos y al resto de godos como enemigos con los que acabaría combatiendo, ayudando así a la estabilización y diferenciación de los tervingios con el resto de godos.

A pesar de lograr un gran estatus, esto no calmó las ansias guerreras de los baltingos. Aorico no terminó de aceptar la sumisión a Roma y mostró su rebeldía con Constancio II, el hijo de Constantino, con algunos conflictos bélicos y diplomáticos. Pero sería su hijo Atanarico quien, en el 364, al llegar al poder, le echó un pulso a Roma y, aprovechando otra guerra civil, apoyó al usurpador Procopio con 10.000 guerreros. Sin embargo, al final este bando fue derrotado y se encontró con un ejército mermado y en la mirada del emperador Valente, de nada sirvieron las excusas que le dio, y Valente tenía la fuerte convicción de dar un ejemplo con los godos de Atanarico de lo que les pasa al que traiciona al emperador. Valente llegó a realizar tres campañas contra los godos que, aunque derrotó a su ejército, no consiguió aplastarlo, ya que, viéndose en minoría, los godos optaron por realizar guerra de guerrillas. Aunque resistían, llegaron a pasar hambre y muchos fueron apresados. Valente acabó firmando otro pacto con un Atanarico que solo pedía una derrota sin humillación, el cual aceptó sumiso y juró no levantarse nunca más contra Roma. El emperador por fin podría destinar todas sus fuerzas contra su auténtico enemigo: Persia.

Atanarico salvó in extremis su cabeza y su reinado. Aunque algo cuestionado, aún seguía en el trono, pero pronto se enfrentaría a una amenaza para la que ni siquiera el gran Imperio Romano estaba preparado, y llegando casi de la nada.

La gran amenaza que se cernió desde oriente fueron los hunos, un conjunto de tribus prototurcas con etnia y cultura semejantes, con una fuerza guerrera a caballo y unas costumbres en el combate tan salvajes que impresionaron y aterrorizaron incluso a los salvajes germanos. En el 370 cruzaron el Volga y atacaron primero a los alanos, que acabaron huyendo de su territorio o uniéndose a los hunos en sus huestes. En el 372 llegaron hasta los greutungos del rey godo Hermanarico. Fueron derrotados por los hunos y su rey acabó suicidándose. Los greutungos que no se unieron a los hunos, dirigidos por los jefes Alateo y Safrax, huyeron buscando refugio con sus parientes tervingios. Atanarico decidió enfrentar a los hunos en una batalla que acabó perdiendo. Esto provocó que los nobles se rebelaran y, mientras que los seguidores de Atanarico se refugiaron en las montañas de los Cárpatos para soportar el paso de los hunos por sus tierras, los que siguieron a la facción formada por los nobles Alavivo y Fritigerno, quizás descendientes del rey de la dinastía anterior Canabaudes, huyeron a buscar refugio y asilo entre los romanos, tanto huyendo de los hunos como de los seguidores de Atanarico.


El emperador Valente veía en estos refugiados una buena oportunidad de debilitar al reino tervingio de Atanarico, reduciendo su población y aprovechando esta mano de obra para los trabajos agrícolas y el ejército, fortaleciendo así su posición en el territorio. De primeras, una buena idea, pero muy mal llevada a cabo. Llegaron los godos, guiados por Alavivo y Fritigerno, a la orilla del Danubio solicitando poder entrar en Tracia, aceptando someterse a Roma, aceptando la condición de dediticii, desarmarse completamente e ingresar en el ejército romano si era necesario. Los godos tuvieron permiso para entrar, pero el problema es que junto a ellos llegaron familias enteras de otros pueblos que venían huyendo de los hunos. Los historiadores de la época cuentan que más de 200.000 bárbaros se presentaron en la frontera pidiendo poder entrar; debió de ser un caos. Esto superaba a los romanos, que no podían controlar ni censar el número de bárbaros que entraban o si de verdad iban desarmados. Hubo trifulcas entre los romanos y los bárbaros que entraban ilegalmente, y poco pudieron hacer para detenerlos; es más, una vez acogidos, los romanos debían darles tierras y comida, algo que estaba muy por encima de sus posibilidades.

¿Y mientras esto ocurría, dónde estaba el emperador? A finales del 376, Valente se encontraba en Antioquía del Orontes, Siria, actualmente en Turquía, enfrentándose a una revuelta provocada por Mavia, la nueva reina árabe que gobernaba a los Tanukh, una confederación de tribus árabes seminómadas. El motivo de este levantamiento fue que Roma, aprovechando el cambio de monarca, tenía intención de cambiar el foedus e imponer uno más duro que Mavia rechazó. La reina guerrera encabezaba estas revueltas que Roma iba perdiendo, y saqueaban todas las ciudades que encontraban a su paso, llegando desde Egipto hasta Mesopotamia. Tan duras fueron que Valente tuvo que pedir la paz, ya que las tribus de los isauros, situadas al norte de Siria en las montañas del Tauro, se rebelaron buscando su independencia. Todo esto ponía freno al plan del emperador de reconquistar Armenia, que dominaban los persas.


Los encargados de organizar la entrada de los godos en Tracia fueron los generales Lupicino y Máximo, bastante incompetentes organizando la entrada de los godos, lo que acabaría creando un verdadero caos. A esta situación se añadió la corrupción: los romanos se aprovecharon de los godos, vendiéndoles la comida que debía ser gratis a un precio desorbitado y donde, por comida, se entregaba a sus hijos como esclavos. Ante este abuso, al que también estaba sometida la nobleza goda, que estaba entre la espada y la pared, esta acabó explotando en una revuelta dirigida por Fritigerno, que en poco tiempo formó un ejército a las afueras de Marcianópolis y derrotó al incapaz Lupicino. Esto dio a entender al resto de bárbaros del otro lado de la frontera que Roma era demasiado débil para poner orden, y atravesaron el limes por millares y se fueron desperdigando por el imperio, saqueando el territorio ante la impasividad de las pocas tropas romanas que quedaban. A Fritigerno se le fueron uniendo otros godos y otras tribus, formando un gran ejército que amenazaba el imperio. En otras fronteras estaba pasando lo mismo, poniendo de manifiesto la debilidad de un imperio que parecía que se iba a quebrar.
Valente, ante estos acontecimientos, firmó rápidamente la paz y empezó a organizar sus fuerzas para volver. Ante el tamaño de la amenaza, pidió ayuda a su sobrino Graciano, emperador romano de Occidente, que envió rápidamente un ejército para ayudar a su tío. Valente movilizó para que se adelantaran las tropas de la frontera armenia bajo los generales Trajano y Profuturo, que se unieron a las del Imperio Occidental, dirigidas por Ricomeres. Iniciaron el ataque sin conocer el número y situación de sus enemigos. Los godos, al verlos venir, se posicionaron mejor y unieron fuerzas para defenderse en una cruenta batalla. He de decir que los estoy llamando godos, pero realmente había pueblos bárbaros muy diversos, y ya el historiador Amiano Marcelino, que narró el combate, habla de que hablaban diferentes lenguas y que debían de estar formados por godos, alanos, hunos, taifales, esciros, carpos, entre otros, y hasta desertores romanos. Este combate acabó en tablas, habiendo un gran número de bajas en ambos bandos, pero sacó a los godos de las montañas y les ofreció la posibilidad de moverse hasta cerca de Constantinopla y, por el camino, ampliar su ejército bárbaro que seguiría saqueando y cogiendo cautivos, creando un escenario dantesco para los desprotegidos romanos.Valente, ya desde Constantinopla, tomó una decisión que le llevaría a una sonora derrota. Viéndose fuerte por unas pequeñas victorias y dejándose aconsejar mal, decidió salir en solitario con su ejército para derrotar de una vez por todas a los godos de Fritigerno. Sin comprobarlo, aceptó que el ejército de los bárbaros sería de apenas 10.000, mientras ellos contaban con un ejército de más de 40.000 soldados, por lo que no necesitaba esperar a su sobrino Graciano y que él se llevase el mérito de la victoria; tenía que vencer por sí mismo. Desoyendo a sus consejeros, que le indicaban que esperara a su sobrino, el 9 de agosto del 378 salió al encuentro del campamento de Fritigerno, situado a 23 km de Adrianópolis. Aquí, Valente cometió otro error: en vez de atacar directamente y sorprender a los godos, se dejó caer en una trampa de Fritigerno. Este tenía fuerzas desperdigadas y tenía que ganar tiempo para reunirlas, por lo que le propuso pactar una rendición con condiciones absurdas. Valente perdió el tiempo sin percatarse de que eso no llevaba a ninguna parte y, además, estaban bajo un sol de justicia sin alimento ni agua, y los soldados se estaban asfixiando y pasando hambre conforme pasaban las horas.

Valente tampoco supo controlar a sus tropas, que acabaron entrando en combate antes de tiempo. El flanco izquierdo se movió, dejando desprotegida la formación, y justo en ese momento llegaron los refuerzos que estaba esperando Fritigerno; entraron por esta zona con gran fuerza. También se redujo considerablemente la superioridad numérica de los romanos con estas tropas recién llegadas, formadas también por alanos y hunos. Aunque los romanos aguantaron bien, "alea iacta est", conforme iba arrasando esta caballería, los romanos empezaron a huir, dejando la formación y asegurando así la masacre. Valente acabaría también muriendo al refugiarse en una granja que los bárbaros, sin saber que allí estaba el emperador romano de Oriente, incendiarían. Al menos 25.000 romanos dejaron su vida en el campo de batalla y el resto huiría buscando refugio en Adrianópolis, un desastre provocado por la incapacidad y soberbia de Valente, que si hubiese esperado solo dos semanas, se le hubiesen unido las tropas del emperador Graciano y seguramente hubiesen derrotado a los bárbaros.

Fue un duro golpe para un imperio que veía que todas sus fronteras se volvían inestables y empezaría a ir reduciéndose y dependiendo cada vez más de los bárbaros para defenderse, bárbaros que se irían romanizando y alcanzando grados de general a la espera de un emperador débil para llegar al poder.